Tortazo.
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Seguramente hoy leerá todo tipo de advertencias sobre lo ocurrido en Italia. Algunos incluso les intentarán convencer de que una especie de Benito Mussolini con pelo rubio ha llegado al poder y que los derechos humanos, la paz en el mundo, la democracia, los valores «uropeos», las cosechas, la lluvia e incluso el cielo azul está en peligro porque los italianos han votado lo que no les gusta a los mamarrachos que dirigen los medios de masas. Esos mismos que callaban cuando en Italia miles de personas perdían su puesto de trabajo y no podían alimentar a sus hijos por no estar vacunados, hoy, justo hoy, están enormemente preocupados por no sé qué de la libertad.
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Lo cierto es que en clave interna la líder de Fratelli de Italia va a tener un gobierno inestable que veremos lo que dura -si es que arranca- antes de que las crisis de gobierno vuelvan a asomar en un país que se ha abonado a la inestabilidad y el caos político. Pero dejando de lado el problema italiano, los resultados a nivel europeo suponen un tortazo mayúsculo a esa cosa degenerada llamada Unión Europea. Reconozcamos que la idea original europea basada en la cooperación comercial entre los países miembros fue asesinada hace décadas para dar paso a un ente supranacional que no rinde cuentas ante nadie y que hace y deshace a su antojo siendo conscientes que los países que adoptaron el euro son rehenes sin salida.
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Pero a pesar de que el sistema alogocrático insista en censurar los pensamientos y las críticas a esta Unión Europea, la gente sigue teniendo pensamientos contrarios a la nueva moral en privado. Y ese es el éxito de estos nuevos partidos: dicen lo mismo en público que en privado y millones de personas se sienten reflejadas en su discurso. Cansados de ser estigmatizados por las Von der Leyen que residen en zonas lujosas y no sufren la inmigración ilegal, el coste de la «transición ecológica», los sueldos precarios, unos servicios públicos cada vez más deteriorados, subidas impositivas, delincuencia, robos y una calidad de vida cada vez peor, los que sí sufren todos estos problemas deciden –como es lógico– apostar por los únicos que rechazan conformarse con la degradación de Europa.