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Sevilla. La Maestranza. Tarde espléndida con un sol de abril iluminando los chiqueros, donde se dirigen las miradas. El toro sale del toril rápido, mira a la plaza deslumbrado por el sol, extrañado del griterío: salió la bravura al ruedo.
El toro es recibido con el capote, realizando unas afaroladas de rodillas, hacia dentro, seguidas de cinco verónicas con temple y decisión, concluyendo con una media, remate emocional de las verónicas. Tras el toreo de capa, el torero deja al toro en la suerte del picador, rematando la faena junto al caballo.
Terminado el tercio de varas, le toca el turno al tercio de banderillas, es una suerte airosa, ágil, plena de gracia y destreza, como hecha a cuerpo limpio. Banderillear pronto, en todos los terrenos sin salidas en falso, es condición principal de buen banderillero.
Diego el torero, brinda la muerte del toro al público. Empieza la faena con los pies juntos, quieto y con la muleta cogida con ambas manos, cita al toro realizando unos pases al natural, poniendo el toro a prueba del matador Diego Puerta, demostrando este su temple y serenidad.
Los pases al natural son seguidos por unos pases de pecho, realizados con soltura y gallardía, arrancando los primeros aplausos del entendido público de la Maestranza de Sevilla. Quieto el toro, el matador se aleja del toro con chulería torera.
Se redondea la faena con pases al natural con la derecha y los pases de pecho con la izquierda, al natural, rematados con varios adornos de Diego Puerta, arrancando los aplausos y los olés del respetable, presagio de una tarde memorable.
El torero se prepara para la suerte de matar. Cambia la madera por la espada. Tras varios pases preparando al toro para la suerte suprema, el matador apunta al toro con su espada, lanzándose éste sobre el pitón derecho de toro y clavando la espada hasta la empuñadura, levantando una gran ovación del respetable.
Diego Puerta, con los brazos en alto impide que sus subalternos capeen al toro, éste, herido de muerte, busca las tablas para caer rendido ante el torero, mientras los pañuelos ondean al aire como palomas blancas mensajeras.
A la memoria de Diego Puerta.