Está claro que Putin se propone acabar con el derecho de las rusas a abortar, un derecho instaurado por Vladimir Lenin en plena Guerra Civil. En los últimos años, desde la llegada de Putin al Kremlin, las dificultades y restricciones a la hora de abortar en Rusia se han ido incrementando sin cesar, de tal modo que en la actualidad solamente la violación como causa del embarazo se admite legalmente para practicar el aborto.
Por supuesto, el número de abortos clandestinos en Rusia es hoy día elevadísimo, con todos los riesgos que conlleva esa situación. No es lo mismo abortar en una clínica con todas las garantías de medios e higiene que hacerlo en un oscuro tugurio a manos de un incierto diletante o la bruja de turno. Está demostrado que esto siempre sucede cuando desde el poder se criminaliza esta práctica.
Si no se puede abortar legalmente, las mujeres lo harán ilegalmente, de eso no hay duda. Así sucedía incluso en un régimen tan represivo y nacionalcatólico como el de la España de Franco, cuando miles de españolas (sobre todo de la clase 'bien') interrumpieron su embarazo en Londres o con la ayuda de médicos debidamente sobornados. Todo tremendamente hipócrita...
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